miércoles, 2 de mayo de 2018

La distorción de la escencia educativa

Este es un artículo sustentado en el ensayo "Preguntas para una nueva educación" de William Ospina.(Link abajo)

Vivimos en una época acelerada. Exigimos soluciones prácticas, respuestas rápidas. La paciencia se convirtió en la virtud más menospreciada. Las modas son cada vez más fugaces, a veces, llegando a sobrevivir apenas un par de meses antes de ser reemplazada por otra. William Ospina lo sintetiza bien: “vivimos en una época que aceleradamente cambia costumbres por modas, conocimiento por información, y saberes por rumores”.
Esto está vinculado con que esta época, es convenientemente la cúspide de la información. O más bien dicho, la de una abismante sobrecarga, donde varias veces se filtra la información más inútil. Los medios nos arrinconan con novedades y noticias de “último momento”, el pasado pierde su importancia, o más bien, nos esmeramos en ignorarlo.
Ospina dice: “nunca había sido tan voluble nuestra información, tan frágil nuestro conocimiento, tan dudosa nuestra sabiduría”. Por culpa de esto, percibimos nuestra actualidad de manera distante, como espectadores sin mayor participación. Y lamentablemente, esto es a lo que el sistema educativo actual se ha estado inclinando, encarnando fielmente el mito de la caverna de Platón.
Otro punto a destacar de las fuentes de información actuales; son lo increíblemente accesibles e interactivas que se han vuelto. Y esto también afecta a la educación. Nosotros escogemos lo que queremos aprender, el internet y las redes sociales nos han entregado esa opción. El futuro es avasallador y las aulas obsoletas. Una porción de la culpa la tienen los estudiantes, pero aún más importante, es la culpabilidad del sistema educativo. En la escuela no se preocupan de culturizarnos, si no a enseñarnos cosas prácticas, a adaptarnos a esta época acelerada. Por eso, no es de extrañar que un alumno no se interese en una clase.
No solo se ha perdido el amor por educar, sino que también, se extinguió la pasión del estudiante por aprender. En los tiempos dorados de la academia de Atenas, de Platón, de Aristóteles, y otros brillantes filósofos, el conocimiento era un tesoro inconmensurable. Los que querían dedicarse a aprender y decorar su espíritu con las joyas del saber, eran personalidades dignas de respeto, pues sabían que el destino del mundo recaía en sus manos. ¿Qué causó que la llama de la sabiduría se apagara? ¿Será porque en esos tiempos la humanidad aún conservaba una inocencia que los impulsaba a buscar conocimiento? ¿O es la cultura moderna que pervierte las mentes de la juventud? Puede que sean ambas causas.
William Ospina lo dice de esta forma: “lo que gobierna en nuestra época es el deslumbramiento ante la astucia, la fascinación ante la extravagancia, el sometimiento ante los modelos de fama o la opulencia. Podemos admirar la elocuencia y ciertas formas de la belleza, pero admiramos más la fuerza que la lucidez...”. Y es innegable que esta cultura sí ha estado degenerando las nuevas generaciones con materialismo y banalidades. Los artistas que están de moda solo hablan de dinero, joyas, autos caros. Enseñan que está bien mirar por encima del hombro a tu prójimo, mientras estés es un escalón social más elevado que él. Sobre la devoción a la competencia y al consumo. Y está de más decir, que este modelo de frívola competitividad, también está reflejado en el sistema educativo actual.
La síntesis más lógica es que esta tendencia haya surgido junto con el nacimiento del capitalismo norteamericano. Y es totalmente cierto de que el capitalismo abarca todos los sistemas, incluyendo el educativo. Pero aquí se genera una contradicción lógica, pues el capitalismo predica sobre la libertad individual. Pero cuando todos los alumnos de un aula se ven forzados a seguir este sistema competitivo, a tener mejores calificaciones que los demás, y dejar de lado los hábitos sociales, los alumnos pierden su identidad. Nos convertimos en simples números con un mismo objetivo. Y esto no debería ser así, pues cada individuo tiene habilidades únicas, y cada joven tiene sus propios objetivos. Así se enseñaba en la academia original de Platón, y esa es la esencia pura de la educación. Hoy en día, vivimos en un sistema degenerado.
El sistema solo busca una practicidad mecánica, generando un pensamiento mecanizado y sumiso. Ese es el gran objetivo de la educación, el entretenimiento, y la comunicación. La televisión, que debería acoger esos tres elementos, es el gran cómplice de la distorsión educativa. “El propósito principal de la programación de televisión, por mucho contenido pedagógico que tenga, no es pedagógico sino comercial”, afirma Ospina.
Una educación idealista, es la que valora los talentos de cada estudiante. Una educación que se interesa más en culturizar, que en repetir fórmulas abstractas que carecen de sentido al enfrentarte con el mundo real. Creo que ya está más que claro como a fracasado el sistema educativo por memorización. Permitirles a los alumnos cultivarse a ellos mismos sin empujarlos hacia la competencia, o amenazarles con el fracaso, es la esencia de la academia original.
No se puede hacer nada pada detener este abismante cúmulo de información, pero podemos sacar provecho de él si somos lo suficientemente cuidadosos e inteligentes. Debemos abrirnos camino sobre un sistema interactivo y personalizado, pero para eso hay que romper varios moldes.
También hay que evitar la cultura basura, que se infiltra como un germen en las aulas. Que existan libros magníficos ensombrecidos por el burdo best seller de algún famosillo, es la evidencia de nuestro fracaso a nivel cultural.
Y lo más importante; debemos alejarnos de este pensamiento mecanizado que es alentado por la sociedad de consumo. Pues eso es lo que aleja al alumno de su propia pasión vocacional. “El oficio que escojamos deben ser nuestro goce en la tierra”, dijo William Ospina de manera muy acertada.
El hambre por conocimiento es lo que nos hace grandes a los humanos. Y si perdemos eso, es porque perdimos nuestro espíritu.

Link para leer el ensayo de William Ospina: http://www.ugca.edu.co/files/centro_etica/reflexiones/Reflexion_03.pdf