lunes, 12 de diciembre de 2016

Cuento: "El niño oruga"

AVISO: Este relato contiene modismos naturales de Chile



Como todas las tardes al salir de su colegio, Pablo González iba caminando a su casa, y así como todos los días, avanzaba atentamente con la mirada hacia el pastoso suelo del parque en busca de una nueva oruga para su colección, de ahí su apodo de “niño oruga” que terminó siendo incluso más conocido que su nombre original para sus amigos del barrio. Pues era tan descomunal su devoción por las orugas que tenía a más de treinta viviendo en la cajita de zapatos que él bautizó como “la ciudad oruga”, una verdadera sociedad liliputiense de la cual obviamente él era el alcalde. Sin embargo ese día no tuvo mucha suerte, así que decidió que era mejor acelerar el paso para evitar otro reproche de su madre, o en caso peor, de su padre.